Procedentes de botellas de vidrio, los cristales, inicialmente afilados y fracturados, fueron arrojados al mar por los humanos. Sin embargo, con el paso del tiempo, las olas y la arena han ejercido su influencia sobre ellos, devolviéndolos a la tierra en una nueva forma: ahora pulidos y libres del riesgo de cortar o herir.

El cortometraje refleja el viaje personal de Victoria. Mientras pasaba por un período de ansiedad y desorientación, a modo de evasión, emprendía largos paseos diarios por la costa, donde empezó a recoger sea glass sin darle inicialmente demasiada importancia. Con el tiempo, estos paseos se convirtieron en una rutina esencial para su bienestar. Cada paseo era una experiencia sensorial: el olor a sal, el crujido de la arena bajo los pies, el sonido envolvente de las olas y la imponente presencia del mar parecían aliviar el peso emocional que cargaba. La playa fue adquiriendo un significado espiritual y ritual en su vida.

El sea glass se convirtió en la materia prima para crear cuadros inspirados en las vidrieras de las catedrales. Con meticulosidad, compuso paisajes dándoles una estructura narrativa, para después filmarlos utilizando técnicas como la microscopía y la filmación submarina. El resultado son imágenes abstractas que transmiten una sensación de amplitud y grandeza. Trabajar en este cortometraje actuó como un laboratorio constante y una investigación de texturas a través de la cámara y el sonido. ...

La historia que surgió de este proceso es una reflexión sobre la simbiosis, la relación del ser humano con el tiempo y la introspección a través de la naturaleza. El agua del mar actúa como agente transformador, y el vidrio se equipara a las emociones, evolucionando de un estado afilado a otro pulido. La playa es un personaje vivo que invita a las personas, como templos, a sentir su fe o su yo interior.

El cortometraje interpreta la naturaleza como la esencia de nuestra vitalidad y nuestra muerte.El ser humano se compone y se descompone gracias a la naturaleza y, por lo general, nuestra interpretación es superficial y antropocéntrica. El proyecto desafía esta perspectiva retratando la naturaleza como un espacio vivo, que sugiere una conexión con lo sagrado, al tiempo que critica la dependencia humana de las estructuras religiosas construidas. Además, la playa es un espacio que no sirve principalmente para el disfrute o el entretenimiento. La naturaleza está viva, y si los humanos la considerasen un organismo vivo, la relación con ella sería probablemente más ecológica. Esta idea subyacente es una subcapa de todas las intenciones que encierra el proyecto.

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